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El reloj marcaba las 4:50 de
la mañana y el sonido de la alarma no tardaba en sonar, pero estar envuelta en
las sabanas y la comodidad de la cama parecía ser más agradable que salir de
casa a las 5:45 de la mañana con el corazón en la mano por temores de ser
abordada por un asaltante sin escrúpulos.
El camino para llegar a la
parada se hizo extenso, personas caminando a doble paso y mirando a todos lados
con los mismos temores, nadie se atrevía a ir a la par con el otro, se notaba
el aumento de los pasos apresurados de las personas que se movían como si
querían correr.
Llegar a la parada y tomar un
suspiro pero no se puede estar muy confiado ya que ningún lugar en estos
tiempos es seguro, pasaban cientos de guaguas menos la que me trasportará al
lugar de trabajo.
A los 15 minutos de espera al
fin pasó la guagua, durante el recorrido una joven muchacha subió a la guagua
muy nerviosa con lágrimas recorriendo por sus mejillas tras ser atacada y
despojada de sus pertenencias por desconocidos a punta de pistola.
“A parte de que me llevan
todo, querían matarme por no llevar dinero y un celular más avanzado, pero aun
así se llevaron mi cartera con todos mis documentos incluyendo trabajos que
tengo que entregar en la universidad, me salvé por unas personas que venían caminando,
sé que fue Dios que me salvó ya ni quisiera salir de mi casa” fueron las
palabras de la joven que llena angustia relataba este hecho que se hace más
común cada día.
Al retornar a casa escucho
comentarios de un motoconchista que contaba como en horas de la mañana a las 6:10 más o menos tres mujeres fueron víctimas de atraco, una tras la otra a punta de pistola y
en el mismo lugar.
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