martes, 21 de junio de 2016

Una mañana en el Metro de Santo Domingo

Por: Kirsy Castillo Tejada
kirsycastillo1109@gmail.com 



Siendo las 6:50 de la mañana del lunes, como de costumbre abordo el Metro de Santo Domingo, específicamente en la estación José Francisco Peña Gómez, para ir al trabajo a iniciar una semana de labor.

Unas 200 personas desesperadas esperan con ansias el Metro, algunos se les hace tarde para llegar a su lugar de destino, otros están más paciente en la espera. El vagón largo como un gusano, por fin llega a las 6:55 de esa mañana, abre sus puertas y las personas lo abordan con empujones y tropezones pero se observan pocos niños, ya por la fecha estos están de vacaciones.

Un hombre de unos 30 años, alto y fuerte se queda varado en la puerta, las personas se molestan porque este no las deja cruzar, ahí la entrada se hace más complicada. Suena  el timbre que indica que las puertas se cerraran y los empujones fluyen cada vez más.  Todos apretados y sudados dentro del vagón, el aire por la cantidad de personas no se deja sentir.

El joven moreno de unos 25 años sudado y con mal olor, nos juntamos espalda con espalda, Que sensación más incómoda! Solo espero con ansias que en las paradas siguientes se vallan quedando personas, así los que nos quedamos más adelante nos podemos acomodar.

Nunca falta un señor o una señora predicando con voz aguda y con un alto volumen. Algunas personas por lo visto pocos creyentes lo ignoran, mientras que otros lo observan con atención.


Por fin llega la estación Juan Pablo Duarteésta conecta con la Línea 2 que recorre desde la parada María Montes ubicada en la avenida Gregorio Luperón, hasta la Eduardo Brito situada en la avenida Francisco del Rosario Sánchez.

El mismo transe que se pasa para entrar es para salir, las personas varadas en la misma puertas y los que desean salir no tienen otra opción que empujar. Más de 300 personas en el andén esperando que salgan para ellos poder entrar.

Luego de salir hay que recorrer unos 500 metros para llegar a la segunda línea y tomar el vagón que va hasta la estación Pedro Francisco Bono en la avenida Núñez de Cáceres. Al llegar a la estación es la misma espera que anteriormente se menciona, aquí con un poquito más de personas y la imprudencia a flor de piel.

En esta línea el aire esta siempre más fresco, pero los empujones y pisones no se diferencia que en la primera línea. A pesar de que en esta línea hay más seguridad.



Las embarazadas, discapacitados, niños y envejecientes tiene prioridad y por lo tanto una puerta por donde entrar. Pero a la hora de entrar las personas que están sentados se quedan mirando unos a otros, disputándose quien le dará el asiento a esas personas. Suena el timbre para cerrar la puerta y los seguridad atajan a los usuarios para que ya no continuen entrando. Nueva vez todos apretados. 

Pero cuando llega a la estacion Ulises francisco Espaillat ubicado en la avenida Winston Churchill, se desahoga totalmente, ya quedan pocos dentro del vagon. Al llegar a la penultima parada que recorre esta segunda linea, hago mi salida, mas facil que para entrar porque hay pocos usuarios.

Luego de ahi solo queda salir y tomar otro tipo de transporte para llegar a mi destino.





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