Por: Kirsy Castillo Tejada
Siendo las 6:50
de la mañana del lunes, como de costumbre abordo el Metro de Santo Domingo, específicamente
en la estación José Francisco Peña Gómez, para ir al trabajo a iniciar una
semana de labor.
Unas 200
personas desesperadas esperan con ansias el Metro, algunos se les hace tarde
para llegar a su lugar de destino, otros están más paciente en la espera. El vagón
largo como un gusano, por fin llega a las 6:55 de esa mañana, abre sus puertas
y las personas lo abordan con empujones y tropezones pero se observan pocos
niños, ya por la fecha estos están de vacaciones.
Un hombre de unos
30 años, alto y fuerte se queda varado en la puerta, las personas se molestan
porque este no las deja cruzar, ahí la entrada se hace más complicada. Suena el timbre que indica que las puertas se
cerraran y los empujones fluyen cada vez más. Todos apretados y sudados dentro del vagón, el
aire por la cantidad de personas no se deja sentir.
El joven
moreno de unos 25 años sudado y con mal olor, nos juntamos espalda con espalda,
Que sensación más incómoda! Solo espero con ansias que en las paradas
siguientes se vallan quedando personas, así los que nos quedamos más adelante
nos podemos acomodar.
Nunca falta un
señor o una señora predicando con voz aguda y con un alto volumen. Algunas
personas por lo visto pocos creyentes lo ignoran, mientras que otros lo
observan con atención.
Por fin llega
la estación Juan Pablo Duarte, ésta conecta con la Línea 2 que recorre desde la
parada María Montes ubicada en la avenida Gregorio Luperón, hasta la Eduardo
Brito situada en la avenida Francisco del Rosario Sánchez.
El mismo
transe que se pasa para entrar es para salir, las personas varadas en la misma
puertas y los que desean salir no tienen otra opción que empujar. Más de 300
personas en el andén esperando que salgan para ellos poder entrar.
Luego de salir
hay que recorrer unos 500 metros para llegar a la segunda línea y tomar el vagón
que va hasta la estación Pedro Francisco Bono en la avenida Núñez de Cáceres.
Al llegar a la estación es la misma espera que anteriormente se menciona, aquí con
un poquito más de personas y la imprudencia a flor de piel.
En esta línea el
aire esta siempre más fresco, pero los empujones y pisones no se diferencia que
en la primera línea. A pesar de que en esta línea hay más seguridad.
Las
embarazadas, discapacitados, niños y envejecientes tiene prioridad y por lo
tanto una puerta por donde entrar. Pero a la hora de entrar las personas que están
sentados se quedan mirando unos a otros, disputándose quien le dará el asiento
a esas personas. Suena el timbre para cerrar la puerta y los seguridad atajan a los usuarios para que ya no continuen entrando. Nueva vez todos apretados.
Pero cuando llega a la estacion Ulises francisco Espaillat ubicado en la avenida Winston Churchill, se desahoga totalmente, ya quedan pocos dentro del vagon. Al llegar a la penultima parada que recorre esta segunda linea, hago mi salida, mas facil que para entrar porque hay pocos usuarios.
Luego de ahi solo queda salir y tomar otro tipo de transporte para llegar a mi destino.
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